11 diciembre 2024

PRIMERAS NEVADAS y a tiro ...







 

Comiezan 

a

.

c

a

e

r

.

los 

primeros

copos ingrávidos, 

jaspeándo la osucuridad 

de la noche sin llegar a cuajar. 

Las hojas del almanaque

qué  palabra tan antigua  

y  preciosa vuelan 

vertiginosamente 

para 

desgracia de los 

que  aborrecen

la  Navidad..

Lo 

siento mucho,

 las tenemos

 a  

.

t

i

r

o

.

 Y

como

contra lo

inevitable, nada se

puede hacer, mejor aceptarlo,

no pelearse con la realidad 

e intentar que discurran

lo mejor posible,

así pues

    

 Let  

is 

.

. 

s

n

o

w

.

.

.

Lo

confieso,

a mi siempre

me ha gustado

la Navidad..

Incluso

esta,

que

me pilla

con un boquete

enorme en el

corazón

por 

la 

ausencia

de mi madre

-aunque estoy

segura que

me

ayudará

tejiéndome uno de sus

maravillosos jerseis

de cenefas con 

mil 

lanas de 

colores, como

siempre hacía,

 que me abrigarán

el alma-

como cada

año, llegará 

cuando debe

llegar.

.

.

Ni 

a finales 

de  agosto, como 

se le ha ocurrido a Maduro

para tapar su robo de elecciones.

Ni en Noviembre, con el fastuoso

encendido de luces en Vigo.

Ni cuando le parece bien

al Corte Inglés o

a Amazon.

La 

Navidad

 en mi casa, comienza 

el  día  de  Nochebuena

  con la llegada de mis  tres 

hermanos y sus 

familias

.

.




Juntos 

intentamos  revivir 

nuestros rituales navideños, 

de cuando éramos pequeños, 

con los nuestros  

de 

ahora .

Rituales que 

comenzaban con la 

búsqueda del árbol. 

Ese día -con suerte

tras una suculenta 

nevada- subíamos 

todos 

al 

Montearenas, 

 pertrechados de botas, 

bufandas, manoplas,  pico y pala...

Después  de  consensuar  cual  era 

el  pino  que  mejor  pinta  nos  tenía, 

comenzábamos la operación transplante. 

Siempre nos  lo  llevábamos  con  raices.

A medida que fuimos creciendo pudimos 

 ayudar de verdad,  porque  al principio, 

el  único  que  cavaba y tiraba por 

 el pobre pino, era mi padre.

Nosotros sólo a él de la

chaqueta,  o de la

de mi madre,

para 

no 

perdernos...





A continuación ... 

Llegaba el momento compra 

de  cosas ricas,  sobre todo dulces.

En mi casa las compras siempre

fueron cosa de mi madre.

Siempre,  excepto en 

 Navidad....


        Ese día, mi madre se quedaba en casa y nos íbamos todos con mi padre. En el carro de mi madre jamás entraba nada que no estuviera en su lista. Mi padre, cual papá Noel anticipado, ese día, "sólo ese", nos permitía  casi todo.  Eso sí, previo meticuloso y elaborado razonamiento ; )  Igual que cuando después, estudiando fuera, al volver a casa, teníamos que presentarle la contabilidad de nuestros gastos. No os imagináis las toneladas de fotocopias, bombillas de flexo y tonterías del estilo me inventaba para que casaran las cuentas. Nunca me llamó la  atención   aunque  sabía  perfectamente que la mitad era puro relleno de última hora. Si cumplías con tus obligaciones, él solía hacerse el despistado. En Navidad, igual....


        Llegabas con ese dulce, que luego resultaba ser incomible, pero tenía un estuche precioso, un lazo increíble o aquel turrón rarísimo de fresas con pistachos, alemendras e higos turcos. Le soltabas tus argumentos de venta y si le convencías, al carro. Como siempre he tenido bastante labia y mi padre, mucha generosidad, casi todo lo que le proponíamos llegaba a casa para horror de mi madre, que cuando nos veía aparecer hasta los topes, se echaba las manos a la cabeza. Imagino con bastantes ganas de asesinar a mi padre. Después, se pasaba dos días ingeniándoselas para esconderlo todo y que los dulces llegaran a Nochebuena.  Un año incluso guardó cosas en el tambor de la lavadora y casi hacemos la colada con los polvorones. Todos éramos muy golosos -seguimos igual-. Si no tomaba precauciones, únicamente encontraría cajas cuidadosamente cerradas -incluso con el precinto- sin nada dentro.



En fin, 

nada del otro mundo como veis .

Podría seguir un mes más,  pero no

quiero abusar más de vuestra

paciencia  y sí, lo sé,  

al lado del horror, 

tristeza y miseria del

mundo, todo esto 

resulta infantil,

superficial 

y

sumamente banal, 

es cierto.  Si pudiera apretar 

un botón para que todo el mundo 

tuviera una preciosa  Navidad, os lo aseguro, 

regalaría uno de mis dedos encantada.. 

Bueno, mejor de los pies.  A  ser

posible, uno que duela poco 

... Y ... 






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