14 marzo 2024

MI PRIMER HOMICIDIO.. de un "casi" difunto : )











- Todas las fotografíasm son de Eugenio Recuenco -






No se sentía orgullosa. 
Nadie odiaba la violencia tanto como ella, 
pero no le habían dejado alternativa...



Estaba agotada. Los juzgados son mares que ofrecen abanicos inmensos de posibilidades para encontrar lo mejor de cada casa. Tiburones, sardinillas, pez espada... Aquel día sólo había merluzos y boquerones. Debía jugar al póquer con todos ellos -la mayoría de las veces sin cartas- por lo que el consumo de vida por segundo allí, era equivalente a meses en ambiente normal. No siempre era así, pero aquella mañana le salía humo por las orejas y a pesar de ello, debía disimular. En su trabajo no estaban permitidas las emociones. Lo más difícil, aunar contención, concentración e improvisación en estado de máxima alerta, luchando a veces, contra un aburrimiento mortal.

Este era uno de esos día. El fiscal empeñado en hacer una tesis doctoral sobre si la férula que habían prescrito a  una de las víctima, era paliativa o curativa. Esta aparente nimiedad, supone la diferencia de calificar una lesión como delito leve o delito de lesiones, con la consiguiente diferencia de pena. El forense, perdido en disquisiciones médicas, sin aclarar nada. Los otros abogados, bombardeando a preguntas absurdas a los ciento y pico mil testigos en modo Sherlock, a la búsqueda y captura de la tontería perdida. 

La juez, no se enteraba de nada. Convidada de piedra permitiendo que todo se alargara hasta el infinito, sin necesidad. Los peritos a cual más confuso o acogiéndose a su respuesta favorita: “me remito al contenido de mi informe”. 



Casi cinco horas después de quella tortura de juicio,
 más que suficientes. Al terminar, salió disparada.







    Necesitaba respirar oxígeno limpio, sin contaminar. Caminó con paso decidido hiriendo de muerte con sus altísimos tacones un asfalto del todo inocente. Era ya media tarde. Pensaba en todos los que en ese instante reposaban su digestión, pero no sentía hambre, solo sed. Una sed espantosa. Dobló la esquina rápidamente dirigiéndose a su despacho. Según se aproximaba vislumbró a Leandro. Solo le faltaba él, para rematar aquel espantoso día...










Leandro era un pobre hombre y además de cliente...
Cansino, no, lo siguiente. Más pesado que un burro en brazos. Uno de esos personajes que cuando conoces te inspiran cierta ternura y al cabo un tiempo, deseas retorcerle el cuello, desesperadamente. Le salvaba que cada tres palabras decía una barbaridad y el hartazgo, se transforma en risa contenida. En la primera consulta que habían tenido, quería querellarse contra el cirujano que le  había colocado una dolorosíma “próstata”  en la cadera. Lo preguntaba y repetía todo. Llamaba infinitas veces por teléfono. Si había llegado un papel, llamaba. Si se retrasaba el papel, llamaba y si no lo encontraba, también llamaba de paso que contaba, con todo lujo de detalles sus malas noches o aburridísimos días. 

Se acercaba a él respirando despacio intentando insuflarse ánimos y sobre todo, conteniendo la tentación de hacer un quiebro y evitarlo. Imposible, estaba plantado como un poste en su portal. Tras media hora eterna de escuchar sus lamentaciones y problemas varios con el banco para cobrar su “mómina”, por fin se fue. Ya sola...











    ...Caminó despacio hasta su sillón desplomándose sobre él.
Cerró lo ojos durante unos instantes y al abrirlos, lo vio. 


    No se había percatado de su presencia y allí estaba. Frente a ella. Con esa sonrisita cínica tan irritante. Esos ojos pequeñitos, mezquinos y su insoportable gesto de baboso repulsivo. No se lo pensó. Instintivamente abrió el cajón, agarró el abrecartas de acero que guardaba y se lo clavó con fuerza en un ojo. Resultó patético ver como a pesar de sus esfuerzos ni siquiera era capaz de conseguir que quedara clavado. Se le escurría de la mano. Su poca fuerza era inversamente proporcional a la enorme impotencia que sentía.  

Pero entonces, recordó a Magdalena








    ...La mujer de un comisario que sin poder soportar las calumnias e injurias vertidas por este impresentable, se suicidó. Ante sus ojos desfiló como una ráfaga el sufrimiento generado con sus insidiosas insinuaciones sobre tantos buenos profesionales, las miles de personas a las que durante años engañó con sus conspiraciones inventadas y múltiples mentiras fruto de su prepotencia y enfermiza ambición ¿periodística? ¿..? 

Y allí estaba él, encantado de haberse conocido. Mirándola con su cuello blanco tieso y su impecable corbata de diseño. Su pelo pegado de medio lado, como lamido por la lengua de una vaca. Negro como su corazón. De nuevo agarró el abre cartas, esta vez con las dos manos. Cerró los ojos y apretó con toodas sus fuerzas. Su ojo desapareció. A la vez que a él, traspasó todas las hojas del periódico donde estaba la grotesca fotografía de su cara. Por fin, el abrecartas quedó clavado. Lo miró allí, firme y erguido como un ciprés. 

Se recostó sobre el sillón, sonrió y pensó... 

¡¡ Estáis vengados !! ;-)

 Descansa en paz Magdalena









Tarde, mal y arrastras, 
ha sido mi pequeño homenaje a
(4 días y 20 años después) 


Ese día sufrimos... 
Dos atentados.


Uno, el de las bombas. Otro, el de los 
medios des-informativos 
 y mentes siniestras que aún hoy...
continúan asesinando 
impunemente 
la verdada.







Nota aclaratoria: 
A quien clavé el abrecartas, es a Pedro J. Ramírez, uno de los periodistas 
con más poder y menos escrúpulos de este país. Afortunadamente hoy, 
con bastante  menos poder que entonces, de ahí  lo de "casi" difunto ; )
Periodistas, políticos, jueces...Tenemos mucha, 
muchísima ropa que lavar 
en este bendito país...