Unas notas, para... intentar quitar el mal sabor pasado : )

 

Desde  que tengo uso de razón, la música siempre ha estado presente en mi vida. Mi madre siempre cuenta que los primeros seis meses de mi existencia, los pasé berreando sin parar. Mi padre -que siempre ha cantado de maravilla- me dormía con tangos. Además tocaba el violín -como un gato maullando, es verdad- pero entonces no entendíamos lo que era o no música. Lo mirábamos admirados mientras él sacaba sonido raros de una cajita preciosa de la que salía un brazo que terminaba en una nariz redondeada a la que le hacía cosquillas, entonces, era eso lo que a mi me parecía un violín. Su frase siempre fue "quien canta, sus penas espanta" y supongo que por esa razón, en mi casa siempre aprovechábamos cualquier circunstancia para cantar. Si salíamos a alguna parte -no hablo de grandes viajes- a cualquier lugar donde nos subiéramos toda la familia al coche, siempre cantando. Recuerdo una vez en la que fuimos a una zona preciosa de mi querido Bierzo, de nombre igualmente mágico "El Valle del Silencio"...

Imagináos la reliquia que sería aquel coche, que no tenía freno de mano. No recuerdo qué modelo, solo recuerdo que era negro brillante y a mi me parecía inmenso, pero claro, yo era pequeñísima. Creo que ya os he comentado, que somos cuatro hermanos nacidos en cinco años. En aquel viaje, recién estrenada la familia al completo. Los cuatro estábamos comprendidos entre los cinco años y los pocos meses que tenía mi hermana pequeña. Pues bien, en plena ascensión, el coche se paró frente a un socavón en medio de la carretera, más bien camino de cabras. Llena de piedras sueltas, toda rota, estrechísima y con una pendiente terrible. No podíamos ir hacia delante y tampoco hacia atrás. Mi padre -que siempre fue muy templado- pidió a mi madre que nos sacara uno a uno del coche. Después, mientras entre todos colocábamos piedras tras las ruedas para calzarlas e impedir se fuera para atrás, él comenzó a maniobrar. No recuerdo cómo lo hizo, solo recuerdo que mientras él maniobraba, mi madre -que la pobre debía estar histérica perdida- cantaba a puro grito.."El Señor es mi pastor, nada me puede faltar"... Nosotros aterrados, musitábamos bajito intentando seguirla sin ser capaces. ¡Imaginad la escena! Una mujer con un bebé en brazos cantando como una posesa, al lado de tres cabecitas en escalera, ¡todo ojos!, farfullando bajito en medio de una montaña. Si pienso qué banda sonora le iría a aquel instante sería una mezcla entre el chirrido tenso y electrizante del violín de Psicosis y "un solo" de misa Góspel, surrealista. Siempre bromeo con mi hermano que es geólogo y un apasionado de la escalada, que aquel día quedó golgado de la montaña y tan impresionado, que nunca se bajó ; ) Lo dicho, no sé cómo, pero conseguimos  salir sanos y salvos... por eso ahora puedo contároslo...

Después, los cuatro estudiamos piano en el conservatorio durante muchos años -una de las muchísimas cosas que le debemos a la tenacidad de mi padre, por mucho que renegáramos entonces- por eso, no supongáis que cuando cantábamos lo hacíamos de cualquier manera, no ¡para nada!. La cosa era seria. Él nos daba el tono y nosotros -que éramos cuatro enanos retacos- hacíamos cada uno su voz, porque además hasta los quince años -que comenzamos a revelarnos- toda la familia cantábamos en un coro. Mi madre y mis hermanas eran tiples, mi padre y mi hermano bajos, yo, contralto. Éramos como la familia Trapp, versión berciana en vez de tirolesa y bastante menos remilgados, os lo aseguro, aunque la verdadera -no la del "do, re, mi" de Julie Andrews- nunca lo fue. Al subirnos al coche, ensayábamos las canciones del coro y así hemos seguido hasta hoy, cambiando el repertorio, naturalmente. A los pocos años nos desmelenamos en asuntos de música, sólo en eso. Mi hermano empezó a intimar con Deep Purpel, Iron Maiden, Lez Zeppelin o ACDC y yo, que siempre he sido un satélite orbitando a su arededor, también, aunque nunca llegué a dormirme escuchándoles con los cascos como él. Más tarde se subió a las piedras con Nirvana, Soundgarden, Foo Fighters, Oasis o U2 y también le seguí, pero las piedras no son lo mío, de esa época sólo me quedé con Extremoduro, Marea y Fito y los Fitipaldis. Enseguida me bajé y seguí escalando sólo música... Supertramp, Geeen Day, Pink Floid, 30Seconds to Mars, Dream Theatre, Steve Vai, Muse, The BosS, Miles, Coltrane.. la lista sería tan larguísima que necesitaría cuatro entradas, solo es una muestra de mi eclecticismo, ni imagináis a qué nivel llega. Dependiendo del momento puedo llorar igual con el Nesum Dorma de Puccini, el Agadietto de Malher o el himno del Celta de C.Tangana y eso que no me gusta el fútbol... en música soy omnívora ; ) En fin, que no hay momento o reunión familiar donde no haya música o se cante en mi casa. Supongo que si me siguen gustando tantísimo las Navidades, es por eso y porque es la única ocasión en el año que nos reunirnos toda la familia. Todos, menos mi padre. 

Recuerdo el primer año que faltó -hace casi veinte-, creimos que sin él se habían terminado las Navidades para nosotros, pero por alguna razón -creo que en su honor-  no fue así. Habitualmente nunca bebo, pero en Noche Buena, como estoy en casa, siempre hay alguien que me llena la copa y no me entero, me bebo hasta el agua de los floreros. Esa noche tampoco la olvidaré jamás. Canté, lloré y reí a la vez y sin parar. Todos lo hicimos. Desde entonces la familia ha crecido, pero seguimos cantando juntos ese día. Creo que sentimos que mientras lo hagamos, él sigue con nosotros y es así. Siempre va conmigo, como la música. No hace falta que suene fuera, la llevo de serie : )