"Cuando hay brillo brillante, bajo lo sórdido" :-)

 Soy una impuntual sin redención posible, lo confieso. Salvo en temas de trabajo, llego sistemáticamente tarde. No es algo premeditado en absoluto, simplemente me ocurre aun poniendo todo mi empeño en lo contrario. Aquel día, sin embargo, me adelanté. Entré despitadísima, como siempre también, en una cafetería de Astorga. Una conservadora y preciosa villa de Léon donde estaba de paso, buscando con la mirada a las personas con las que había quedado, pero no vi a nadie. 

Nunca uso reloj, así que no sabía la hora que era con exactitud. Me acerqué a la barra y pedí un café. No soporto estar sola en una cafetería. Me siento incómoda,  terriblemente incómoda, no sé cómo sentarme, ni hacia donde mirar, ni que hacer. De hecho, no me gustan nada las cafeterías. Así que a falta de periódico tras el que esconderme, después de cruzar y descruzar las piernas un montón de veces, no sabiendo como invertir los minutos de espera que me quedaban, me fui al baño.

Al volver a la barra, mi café había desparecido. Miré al rededor intentando encontrar la respuesta al secuestro de mi taza, pero no encontré respuesta. Los camareros enfrascados en atender a la clientela, no vieron mi mirada desconcertada y suplicante. 

De pronto, sentado en una mesa próxima, un extraño personaje parecía hacerme señas. No lo conocía de nada, así que miré a mi la rededor por si no se dirigía a mi. No vi a nadie y señalándome a mi misma le pregunté si se refería a mi, afirmándomelo con la cabeza y un brazo que con movimiento exagerado agitó en el aire para que me acercara y así lo hice. 

Mi sorpresa fue mayúscula cuando vi mi taza sobre aquella mesa, al lado de un cenicero repleto de colillas, alguna aun humeante y un vaso  de whisky, creo.

Ocurre que cuando no sé que hacer o decir, por estúpido que parezca, siempre sonrío. Juro que me gustaría no hacerlo, pero se me dispara sola, total que allí estaba yo, sonriendo a un tipo extraño que me había robado el café;-)

Delgado, pelo cano y alborotado de bohemio chiflado, unas ojeras que le atravesaban la cabeza de lado a lado y un cartel dibujado en el rostro que decía a gritos... soy un loco enfermo ¡¡huyeee!! pero no lo hice. Jamás he visto a nadie con tan mala cara, como de enfermo terminal, tiempo después supe que lo era. Instintivamente iba a coger mi taza e irme a toda prisa, pero cuando alargué el brazo para hacerlo, me lo sujetó suavemente con una mirada tristísima. Me pidió, casi me suplicó muy bajito que por favor me sentara a esperar con él. Habló con voz rasposa, mascullando palabras que se le escurrían a medio terminar, como que se le escapaban de la boca sin querer. Sin saber por qué, le hice caso. 

Era poco más de la una del medio día y había la suficiente cantidad de gente, como para suponer que no iba a ocurrirme nada. Fueron quince minutos, quizá menos, se me da mal medir el tiempo, sé que transcurrió poco. Tampoco recuerdo lo que me dijo, balbuceaba más que hablar, a penas le entendía y aun cuando me esforcé por disimularlo, estaba deseando irme. Sé que en cuanto vi entrar a las personas que esperaba, me levanté propulsada por un muelle, cogí mis cosas y mientras salía disparada, sólo recuerdo que me dijo... -por cierto, soy Michi, encantado-  me giré y a toda velocidad le contesté mientras me iba -yo, María, encantada también- y me fui.

Lo que sucedió después no importa, os he contado esto, porque como siempre me sucede en la interminable retahila de casualidades que es mi vida, aquel personaje resultó ser Michi Panero. Supongo que a la mayoría este nombre no os dirá nada, a mi entonces tampoco, de esto hace más de diez años, quizá menos, tampoco lo sé con exactitud. 

Como os he dicho, mi “robacafé” fue Michi Panero, fallecido hace años, seguramente poco después de este mini encuentro. Un intelectual, más bien diría, vividor diletante ( JUAN R, otra palabra que te regalo:-) Hijo del poeta falangista Leopoldo Panero, sobrino del poeta Juan Panero  y hermano de los poetas Juan Luis Panero  y LEOPOLDO MARÍA PANERO, el más grande de todos.

Leopoldo María Panero, precoz y maldito. A la edad de cinco años sorprendía a Dámaso Alonso con sus composiciones poéticas. Sin duda el mejor  y más grande poeta maldito de este país. Más de 14 libros publicados, ensayos, traducciones y relatos. Rodando desde los 18 años de manicomio en manicomio, a caballos entre el suicidio, la heroína y el alcohol. Él mismo diría: -me autodestruyo para saber que soy yo y no todos los demás- Recita de memoria a Neruda, Stéphane Mallarmé, Ezra Pound, Francois Villon, Cherad de Nerval o Chales Baudelaire, de quien dice es su reencarnación. Una vez pude escucharle, pero esta vez, sí sabía quien era:-)

Os aseguro que si existe una familia en este país, paradigma del intelectualismo decadente de clase media alta, final de una raza literaria, del surrealismo, nihilismo y todos los ismos que se os ocurran, es la familia Panero. 
Cada uno de sus miembros, darían para escribir un guión cinematográfico e incluso varios. De hecho existe una película documental de JAIME CHÁVARRI, titulada EL DESENCANTO hecha sobre ellos y por ellos, que os recomiendo.  

Los tres hermanos Panero, dos de ellos aun vivos, tuvieron tres constantes en su vida, la literatura, el alcoholismo y la  locura. 
El otro día hablaba en comentarios, ya sabéis, como solemos hacer aquí en los blogs, con un bloguero que admira sobre manera a Charles Bukowski, máximo representante del llamado “realismo sucio” de hecho, es muy bueno, escribe muy parecido a él, por eso recordé esta anécdota. Creo, sin ningún genero de dudas que los Panero, son los Bukowski españoles versión poesía, sólo que como han nacido aquí, jamás tendrán la proyección internacional que ha tenido Bucowski o el mismísimo, Allen Ginsberg a cuya poesía le da mil vueltas la de Leopoldo María Penero, aunque esto, no es más que mi humilde opinión, naturalmente. 

He escrito esto, porque es cierto que a veces en lo sórdido, en lo oscuro, en lo que no nos gusta mirar y escondemos bajo la alfombra, hay muchísimo brillo que nos perdemos por los prejuicios con los que solemos caminar por la vida. Hay mucho sórdido sin más, no nos engañemos, es así. Pero hay otro tipo al que en cuanto te acercas y te fijas, percibes su olor rico y su brillo.

No sé si porque soy muy inconsciente, seguro. Una ingenua irredenta que supone que tras todo lo aparentemente malo se esconde algo bueno o porque siempre me acompaña el mejor ángel de la guarda que nadie pueda desear, jamás he dejado de conocer a alguien por su pinta, sea buena o mala. 

Me considero una grandísima afortunada justamente por esto, haber tenido la oportunidad, aunque sea de pasada, de conocer a todo tipo de personas. Lo que más me gusta en el mundo es la gente. Desde el drogata más tirado o personajillo insignificante, a los más altos personajes de todos los ambientes. Sucede que a veces, tras un súper traje de Armani se esconde más mugre, sordidez y oscuridad que tras el mayor de los desarrapados. Tras estos, los “mala pinta” a veces nos sorprenden cerebros más que brillantes o una humanidad inmeensa. 

Os dejo con otro sórdido brillante, 

el asturiano, NACHO VEGAS... 

Que canta y cuenta a MICHI PANERO:-)

Este ha sido mi minúsculo homenaje a los tres hermanos PANERO

Sobre todo 

Al más grande de los tres...

 LEOPOLDO MARÍA PANERO 

Y a todos los sórdidos brillantes que nos perdemos, por no fijarnos.

Los sórdidos opacos no, esos no me interesan lo más mínimo:-)

Un beso