PARA MI ¡¡DOBLE DE PÚBLICA, POR FAVOR!!;-)

Hoy, que tan de actualidad está el desprestigio tan tremendo que sufre la educación pública en este país, el desamparo en el que parecen querer sumirla nuestros gobernantes y la supuesta educación de calidad, que se vende como producto estrella a impartir exclusivamente en los centros privados de enseñanza, quiero contaros una historia...

X era un niño de apenas 6 años, cuando le diagnosticaron un TDHA leve ( Trastorno de hiperactividad con déficit de atención) asociado a posible súper dotación. Acudía a un centro privado de enseñanza, dotado de unas preciosas e impecables instalaciones, todos los medios a su disposición y un plantel de profesores de avalada y renombrada profesionalidad.

Mientras permaneció en educación infantil, acudía al cole como un cascabel y su vida transcurría con absoluta normalidad. Tenía una hermana cuatro años mayor que él, cuyas notas siempre había sido magníficas. En la familia, jamás había habido problema alguno con la integración educativa de ambos. Pero todo cambió de manera drástica cuando X inició el primer curso de primaria. 

Era un lince con las tareas orales y de percepción auditiva, pero en las escritas, pasó de hacerlas con relativa normalidad a sólo emborronar cuartillas. Alternaba sus viajes al limbo, con una ansiedad “in crescendo” que le impedía permanecer quieto más de cinco minutos, motivo por el cual, diariamente era castigado a permanecer sentado en el patio, mientras sus compañeros jugaban, lo que aumentó exponencialmente su inquietud y frustración.

Su madre, acudía casi diariamente al colegio para estudiar con sus profesores las estrategias a seguir con X,  aquello parecía la planificación del desembarco de Normandía... además de iniciar un agotador peregrinaje por recomendación del propio centro entre psiquiatras, psicólogos, logopedas y todo un tropel de especialistas. De pronto X, era un insecto extraño al que todos colocaban bajo su microscopio, alrededor del cual todo era presión, pesimismo y desesperación. Todo, porque siendo muy inteligente, a penas escribía, ni leía... Al final, las opciones se redujeron a dos, atiborrar al niño de pastillas o darlo por perdido. La madre de X lo tenía clarísimo, no pensaba optar por ninguna de ella.

Pero X fue a peor, dejó otra vez de dormir por las noches ( durante su primer año y medio de vida, no pegó ojo:-) ni siquiera era capaz de sujetar el lápiz que se le escurría de entre los dedos, como si no tuviera fuerza en la mano. Cada mañana era todo un calvario arrastrarle al centro, llorando a lágrima viva...Cada tarde, su madre se sentaba con él intentando hacer la tarea que traía del cole...usó mano dura, mano blanda, empolló libros de psicología infantil. Intentó cuantas fórmulas se le ocurrieron para sacarlo de aquel agujero. Se llenaron mil veces de harina para escribir con los dedos en la mesa, se embadurnaron de pintura de arriba a abajo, usaron barro, plastilina, recortables, puzles, frutas, tornillos, pasta, lentejas...¡¡buuufff!! Con el tiempo, la habitación y el baño de X se asemejaba más al laboratorio de un alquimista loco, que al de un niño. 

Hasta que un día la madre de X se dijo...¡¡se terminó!! Un niño con seis años, no puede vivir la vida como una tortura vietnamita. 

Ocurrió que tenían una vecina, que daba clases en un colegio público pequeñito de una aldea próxima. Habló con ella y quiso conocerlo. El panorama que vio al llegar  fue  desolador...un edificio que se caía a cachos, lleno de humedad, desconchones, sin calefacción, con un mobiliario de la guerra del catorce, tooodo lleno de trastos viejos, absolutamente penoso. Pero... en cuanto habló con su director y los profesores, lo tuvo clarísimo... trasladó la matrícula de X a aquel centro. A partir de ese instante, la dramática película surrealista que habían vivido, cambió radicalmente...

Terminaron las toneladas de fichas, el no salirse al pintar el pato, las cuatrocientas mil cuentas, el estrés, la agonía de aprender a macha martillo. Desde el principio se sintieron como en familia, todo fue fácil, entre una gente llena de profesionalidad, entrega y dedicación. Aquel colegio público cochambroso por fuera, tenía el mejor profesorado que alguien pueda imaginar dentro. Vocación, excelente buen humor y unas ganas increíbles. A base de normalidad, refuerzos positivos, paciencia, trabajo y observación de las capacidades para potenciarlas, consiguieron que X, hoy un niño de 13 años, sea un niño responsable, motivado, que acude encantado a un instituto público donde además de sacar unas notas estupendas, gamberrear con sus amigos, a veces hace rabiar a su madre (poco, porque es un cielazo) pero sobre todo, es un niño absolutamente normal y feliz. 

Pues bien, esta historia es la mía y la de mi hijo, jamás en la vida podré agradecer lo que aquellos maravillosos profes del colegio público “A Porteliña” de Pazos de Reyes que así se llama, hicieron por nosotros, mi cariño y agradecimiento a todos ellos será, eterno. 

Aquí, mi recuerdo y mi pequeño homenaje.

La calidad de la enseñanza no está en el  pedigrí del centro,

 está en la calidad humana y profesional de los que enseñan.

... A partir de ahí ...

 Padres y administración apoyando.

Sin olvidar que...

¡¡ Nada, ni nadie es perfecto !!

Un beso