IRSE O ... MORIRSE. NO HAY MÁS!!

A primera vista...


 parecía otra cosa.




En realidad allí 


solo había ramas desnudas


troncos huecos, retorcidos. 

Hojarasca seca vestida de hastío. 

Tiempo agotado, espacio vacío.

Fin del tiempo muerto, plazos cumplidos. Recorrido previsto finalizado. Sin expectativas de cambio, sin alicientes. Nada que dar o esperar. Nada por lo que luchar, las tropas se habían rendido.  Allí, aun en primavera era invierno. No había hojas verdes, ni brotes. Solo cansinos pensamientos amarillos volando despacio hasta el suelo. Sin duda había llegado el momento. Uno siempre sabe cuando es hora de partir. Solo los sauces lloran y languidecen en primavera. Los pájaros necesitan calor, emigran siempre cuando sienten frío. 

La elección es obvia cuando la alternativa es, 

irse o...

...Morirse.

Hacía mucho que había visualizado este día. Lo observaba de lejos, de reojo, a penas de soslayo. Deslizándose despacio. No sabía cuando, pero lo sabía. Sabía perfectamente que llegaría. Siempre se había sentido un árbol trasplantado. No era especialmente resistente, mucho menos valiente, ni siquiera exigente. Era alguien acostumbrada a recoserse a sí misma mil veces. A romperse y pegarse con cinta adhesiva transparente. Había intentado cumplir su parte, vivir su vida por el libro, tal cual ordena la ley del jardinero. Una única cosa conservó gravada en su mente, no olvidar nunca su esencia, sus raíces, su simiente. Recordar su fondo, no perderse de ella misma en el camino. Seguramente era de lo que más satisfecha se sentía. Muchísimo más que de sus muchas y ricas cosechas.

Se había caído y equivocado cientos de veces. Florecía en otoño, confundía el invierno con la primavera, la luna, con el sol. Había cedido, callado, transigido en casi todo, con casi todos, casi siempre. Únicamente se había aferrado a una sola idea con uñas y  dientes. Seguir siendo ella misma. Aunque a veces por fuera pareciera distinta, solo eran adaptaciones por exigencias del guión, por dar gusto, por evitar tensiones, por borrar nubarrones y hacer que brillara el sol. La vida no es fácil sola en tierra extraña. Debes soportar todo tipo de inclemencias meteorológicas y elementos atmosféricos. Driblar ángulos, sortear obstáculos, accidentes geográficos, orográficos e incluso estilográfico. Finalmente lo había logrado, en su interior sonreía. Se miraba y lo sentía, allí estaban las mismas ganas, la misma ilusión. A pesar de todo y todos fue y era... 
La misma de siempre.

Quizá por eso eligió aquel día. Supo que era su día. Tenía terror a  perder aquello  que tanto se había esforzado en conservar y aun sentía. Estaba cansada de poner tanto cuidado, medir cada paso. Agotada de intentar hacer siempre lo esperado, ajustarse a lo previsto sin salirse de la fila. Es complicado sobrevivir en la legión extranjera con alma de zíngara.  Le dolían terriblemente los pies, casi no los sentía. Siempre alternando de las botas de asalto a andar de puntillas...

Deseaba más que nada poder pisar con toda la planta. Desnuda, suave, tranquila, descansada. Terminar con aquella rigidez externa que la enclaustraba y ser por fin una sola cosa. No más papeles para los otros, los de alrededor, los de enfrente. Ser ella, nada más. Solo deseaba eso y allí no podía. Así que se dispuso a preparar el equipaje...

Poca cosa, nunca había necesitado demasiado. Lo importante lo llevaba siempre puesto. Abrió la pequeña maleta que permanecía extendida sobre la cama y envolvió despacio primero, lo único valioso que tenía, su corazón. A pesar de todo entero. Pequeñito, pero vibrante, de latido intenso. Le encantó sentir su palpitar cálido. Lo colocó con sumo cuidado en una esquina. Después rápida, vació dentro todos los cajones de recuerdos. Todas las sonrisas, miradas y besos acumulados. Lo mucho que había aprendido, lo poco que había olvidado. Lo que la había hecho grande y pequeñita, roto y pegado. Abultaba, pero con un poco de esfuerzo consiguió deslizar la cremallera. La cerró y colocándola a sus pies, miró por última vez a su alrededor. Solo fue una fracción de segundo, demasiada presión en la garganta, corrió escaleras abajo, no quiso mirar tras dejar la puerta a su espalda. Fuera le esperaba su amiga, su vieja compañera de escapadas...

Apretó fuerte el manillar con ambas manos, respiró hondo y comenzó a pedalear sintiendo una fuerza irresistible que tiraba de ella a su espalda, le costaba un esfuerzo infinito avanzar, a pesar de lo cual continuó, no se giró. En momento alguno volvió la mirada. Temía que si lo hacía sus fuerzas flaquearan. Puso el alma en cada golpe de pedal. No sabía a donde, en realidad no le importaba. Una brisa cálida hacía volar su cabello, acariciaba su rostro. Miraba a través de aquellos vidrios acuosos, difusos, llenos de lluvia intentando ver. Conteniendo la humedad de su mirada pedaleó. Pedaleó sin parar sobre aquel camino serpenteante en dirección a lo que siempre había soñado, lo único que realmente deseaba, libertad. Su libertad...

Aire fresco, miradas de mar

pies desnudos sobre la arena,

mermelada de olas con los dedos

sol, luz, calor en el alma

noches cuajadas de estrellas

corazones de manzana.

Un beso