"Un cuento... cálidamente helado, hasta el fin del verano" .... ( con final alternativo:-)

Había nacido marsupial, en un mundo pingüino. 

Sus congéneres contaban con una enorme capa de grasa aislante del gélido ambiente exterior. De piel fría, resbaladiza, antiadherente. Volumen inmenso y poderoso, inversamente proporcional a su capacidad encefálica, mínima y escueta. 

Dedicados exclusivamente a la tediosa tarea de acumular grasa en su cuerpo, caminar pesadamente sobre el hielo y engullir cuanto se encontraban. Torpemente belicosos. Resolvían sus conflictos empujándose con sus tremendas panzas. No se comunicaban. Únicamente emitían desagradables sonidos, hinchando su ostentoso buche para marcar territorio. Eran ellos y su grasa. Ellos y la grasa de sus crías. Vivían por y para la grasa. Enormes bolas de grasa, aisladas entre sí  y rodeadas de hielo.

En medio de todos ellos, apareció él. 

Mínimo, fibroso, peludito y cálido. 

Línea recta de sangre caliente, entre circunferencias congeladas.  

Un día, su madre lo encontró ovillado junto a sus huevos. Colocó su tremendo culazo sobre él y lo incubó junto al resto. La opresión fue tremenda, pero el calorcito le gustó. Aguantó allí debajo hasta que el crag de las cáscaras, permitió nacer a sus hermanos. Instintivamente, al verlos salir se agarró de un salto al cuello de uno de aquellos extraños seres. Ellos, aturdidos, recién desencapsulados, zarandeaban sus cuerpos para soltarlo. Caía y de un brinco se agarraba al siguiente. Así, uno tras otro, hasta que finalmente consiguió asirse a una de las patazas de su madre. Allí se instaló. 

Era un pompón sobre sus garras. Al principio también mamá pingüina meneó la pata para desembarazarse de aquella bolita. Luego, al ver su empeño, el enorme esfuerzo que hacía aquel pequeño ser por sujetarse a ella,  le inspiró cierta ternura, hasta gracia le hizo. Lo adoptó  y permitió que se quedara.

Así, transcurrió el tiempo...

Sus hermanos crecieron, él no. 

Saltaba de la pata de su madre a la de ellos, turnándoselo entre todos. Se acostumbraron a soportar su pequeño peso. Jamás tocó el hielo. Necesitaba sentir calor, tanto como respirar. Ellos eran su transporte, protección y fuente de energía. A cambio, su agilidad le permitía trepar sobre sus cuerpos, colocarse en lo más alto y hacer de avispado vigía. Daba la voz de alerta ante la proximidad de un oso polar, el avistado de orcas o el brillo plateado de un banco de pececillos sobre el agua. 

Les hacía cosquillas cuando estaban tristes. Con sus piececillos les acariciaba si intuía que algo no iba bien. Elaboraba dietas equilibradas contra el sobre peso e interpretaba para ellos miradas, contoneos y movimientos ceremoniosos de otros pingüinos. Anticipó cortejos, propició encuentros y resolvió múltiples conflictos sobre ubicación de nidos. En poco tiempo, aquella bolita peluda fue bien recibida en la pata de todos los pingüinos. Era uno de ellos y todos ellos, parte de él. La comunidad vivía próspera y feliz. ( Casi, casi tanto...como nosotros en este país ¿verdad?:-) Mejor seguimos...

Naturalmente, observar tan buen rollito comenzó a molestar a las comunidades vecinas. Miraban con recelo a aquellos pingüinos esbeltos, dos veces más rápidos, dos veces más sanos, dos veces más felices. Tanta armonía produjo resquemor, recelo y un malestar que fue en aumento. Era insoportable verles criar el doble de polluelos,  doblar su longevidad al evitar el ataque de depredadores y sobre todo...

¿Dónde se había visto pingüinos sonrientes? 

Todo el mundo sabe que los pingüinos son pájaros bobos. 

¿De qué iban estos? ¿cómo se atrevían a ir contra natura? 

¡¡Los muy presuntuosos habían  osado incluso volar!!... 

Pronto comenzaron los ataques... 

Lo diferente, lo incomprensible, hasta en el mundo de los pingüinos, es intolerable. Panzudos llenos de grasa comenzaron a chocar adrede contra ellos, que los esquivaban por su mayor agilidad. A pesar de ello, con tozuda y contumaz insistencia les embestían arrebatados una y otra vez, rodando siempre por el helado suelo. Sus aparatosas caídas, les cabreaban hasta el infinito, emitiendo graznidos espantosos con sus inflados buches. Su mente ínfima, les impedía ver lo único que les hacía diferentes... 

Habían conseguido acercarse, conectar y compartir un calor que por el contrario, ellos, fabricaban y perdían en soledad. La física más elemental postula que el calor se conserva evitando la evaporación, qué mejor manera de evitarla que unirse formando un todo. Trascender, confiar unos en los otros. Cuerpos y mentes abrazadas.

Los panzudos no, eran primarios, insensiblemente amorfos. Las grasas expandían sus cuerpos haciéndolos torpes, anodinos y egoístas. Aislándolos en vidas lípidamente gélidas. Sin tocarse. Envueltos por una inhabilitante  desconfianza gris. 

Una noche, de esas brillantes de luna, 

una bola de grasa enorme irrumpió por sorpresa en medio de la oscuridad...

Sigiloso llegó hasta el pequeño peludo... 

Levantó su enorme pataza y...

La descargó con descomunal fuerza sobre él. 

Un relámpago  zigzagueante rasgó el cielo. 

El hielo se resquebrajó. 

Un crujido crispado estremeció cuerpos y espacio. 

En medio de un tremendo estruendo el minimicida fue engullido por dos inmensos bloques de hielo y ante la mirada atónita de sus orondos colegas -cobardes observadores en la distancia- toda la comunidad de nuestro bichito peludo se desgajó del resto de la superficie helada, alejándose suavemente sobre el océano. En pocos segundos la inmensa balsa helada se perdió en el horizonte. 

Cuenta la leyenda...

Que en una remota zona de Laponia, una vez al año, mientras la aurora boreal pitorrojea el cielo de azules y verdes brillantes, unos extraños seres, mitad pingüinos, mitad koalas, vuelan abrazados desde lo alto de los acantilados rompiendo con sus risas el inquebrantable silencio de esas noches eternas. Cubriéndolo todo a su planeo de verde hierba esmeralda, salpicado de minúsculas gotitas rojas. Instante en el que el inhóspito Ártico, se convierte en una inmensa, mullida y cálida pradera.

FINAL ALTERNATIVO PARA MARINA:-)

Sigiloso llegó hasta el pequeño peludo... 

Levantó su enorme pataza y...

Cuando tuvo a la pequeña bolita bajo ella...

Con voz terriblemente angustiada, le dijo -estoy desesperado, necesito perder peso y ganar agilidad urgentemente, soy el haz me reír de mi comunidad, ¿me ayudarás?- la pequeña bola peluda, que resultó ser el maestro SHIFU:-) salió con extrema agilidad de debajo de su pataza y en tono  rotundo, dijo - ¿te parecen formas de pedir un favor? ¡¡me has dado un susto de muerte, so animal !! -  Y... tras meditar unos instantes y conseguir la solemne promesa de PINGÜPANDA de restablecer la paz y la cordialidad entre ambas comunidades, le hizo una última advertencia...¡¡ Se terminó atiborrarse de arenques, dulce de jengibre y jarabe de arce a toodas horas. Fin a las siesta de tres horas y a la práctica del sillón boll !! en adelante, “mens sana, in corpore sano” ¿conforme? ... y sin más dilación, comenzaron inmediatamente el entrenamiento:-)

Sorry Marina, no lo he encontrado en español, 

aun así, hablan poquito y se les entiende de maravilla... 

Para más reclamaciones, por favor

pedir la hoja antes de salir. 

Se estudiarán, gracias:-)

Y ahora sí...

 Colorín colorado... 

Para mi las vacaciones...

Siguen felices, tal  cual comenzaron :-)

Un beso