"Cóctel explosivo...tacones y punkies" :-)

Cada uno camina por la vida como decide o las circunstancias le permiten. 

Yo camino completamente pegada al suelo o por las nubes. 

No es ninguna metáfora, es literal, 

con mi cabeza y con mis pies. 

Extrema cuando pienso y cuando calzo, según asunto y momento. Cuando voy de normal, siempre uso zapato plano. No un poco, ni medio, absolutamente nada de tacón, cuando no descalza. Sin embargo, en mi trabajo uso andamios. No un poquito de tacón o medio tacón, directamente 15 cm. Me subo sobre mis tacones, exactamente igual que un albañil se pone el casco en la obra o un mecánico el mono para ir al taller. 

Siempre he odiado los tacones, siempre, pero en las batallas legales, como en toda contienda bélica, tener una imagen poderosa es  importante. Soy muy menudita, ni mi voz, ni mi imagen imponen nada de nada. Tendré 100 años, estaré arrugada como una pasa y me seguirán tratando como a una niña, siempre ha sido así. No me importa e incluso me gusta si es con cariño y nadie se confunde. Pero profesionalmente es un problema. Solución, cada vez que tengo algún tema serio de cara a la galería, me disfrazo:-)

Os cuento todo esto, 

para que podáis visualizar la historia que  me ocurrió el otro día.  

Tenía una vista en los juzgados de lo penal de Pontevedra, a unos 30km de donde vivo y como siempre, iba justísima de tiempo. Se trataba de defender a un grupo -nunca mejor dicho- “anti sistema” que habían forzado la puerta de una casa parroquial, apoderándose de ella durante unos días. Cuando los detuvieron -hacía dos años de los hechos- el padre de uno de ellos, me llamó para que me hiciera cargo de la defensa de su hijo. Eran ocho en total. Conducía preocupada porque no recordaba la cara de mi cliente y me imaginaba a voces por los juzgados para dar con él. 

En un asunto normal, quedo con los cliente para preparar el juicio pocos días antes, pero con este chico, no hubo manera. Sólo había visto su cara, una vez, en dos años. Teniendo en cuenta lo despistada que soy, eso suponía, que no le recordaba en absoluto.

Después de dar mil vueltas, conseguí aparcar a 1 km de los juzgados. Corrí muerta sobre mis tacones, una auténtica tortura, os lo aseguro. Entré en los juzgados lanzada, saltándome el arco de seguridad de la entrada, directa a la sala de vistas que me tocaba. Resultó ser la última de un larguísimo pasillo al que dan el resto de salas, hasta un total de siete. En este pasillo esperan las personas del resto de los juicios señalados. Aquel día, esperaba muchísima gente.

Soy de naturaleza tímida, no hay cosa que más odie que sentirme observada. Mi sueño siempre fue ser invisible. Aquel día mi entrada fue triunfal. Noté perfectamente como todo el mundo se quedó conmigo. Intenté parecer segura y seguir como si  nada (todo  mentira ;-)  mientras volaba entre la gente caminando rapidísima por el pasillo.

A mitad de trayecto a lo lejos, vi un grupo compacto, como un escuadrón de asalto en perfecta formación que desde el fondo al verme, avanzó a mi encuentro. Aminoré el paso a medida que nos acercábamos, de hecho, al verlos, casi corro en dirección contraria, para qué os voy a engañar. Os describo lo que me encontré de cara...

Un tipo, semejante “al drogras” de Barricada, 

encabezando la comitiva...

El segundo de abordo, una cosa así...

El grueso del pelotón, tal que así...

Y cerrando la comitiva, un Benji :-)

Imaginaos la escena, en segundos, rodeada por un grupo  neo punkie rock y yo en medio, no sabiendo donde meterme. Me dio por pensar que si llevaran guitarras, podría pasar por  su representante artística;-) 

La primera buena noticia que me dieron fue que mi cliente, no había aparecido. Respiré, primer problema zanjado, no tenía que buscarlo. La segunda parte, no fue tan agradable. Sus abogados habían negociado con el fiscal un acuerdo y salvo que mi cliente apareciera, la conformidad no era posible. 

Para conformar una condena, todos los imputados deben estar presentes y de acuerdo, así que había que buscarlo y hacer que se presentara, como fuera. Benji "pelo pincho", me pasó su móvil para que hablara con él e intentara convencerlo y así lo hice. La conversación os la ahorro, surrealista total ;-) a continuación entrar en sala e intentar convencer al juez de la necesidad de un receso. Cumplida mi misión sólo restaba, esperar que apareciera el desertor. 

Ocurre, que los abogados en general somos medio gilis. Como os diría, muy de marcar distancias. Supongo que de ahí la estupidez de disfrazarnos con la toga como monaguillos de luto. Por eso, las togas suelen ir hacia un lado y los clientes de este tipo, hacia otro. Sin embargo esta vez metida en ambiente, estaba encantada de la vida con ellos. Bajo tanto pelo tieso y tanta cosa, resultaron ser gente de lo más maja. Al cabo de hora y pico, tras perseguirlo con el móvil mientras subía y bajaba de varios autobuses -estaba a unos 40km- por fin apareció. Aun no me explico cómo, pero llegó. 

Como estaba enfrascada en la operación rescate, ni me había fijado en un hombrecillo de negro, cercano a los 80 años y sonrisa higiénica. De esas limpias, que te inspiran tranquilidad y confianza. Era el Sr. párroco, que nos observaba sentado en un rinconcito. 

En este tipo de asuntos -este era el último escollo a salvar- hay que liquidar lo que se llama responsabilidad civil, es decir, los daños causados y efectos sustraídos a la víctima. Mi cliente estaba conforme con todo, menos con pagar. No tenía un duro y no quería pedírselo a su padre, así que me fui a por el curita. 

Un hombre adorable. Eso sí, mientras hablaba con él, parecía que estaba en confesión ;-) hija esto... hija lo otro...¡¡Vírgen santísima!! ...pero ¡¡Señor, Señor!!...jaja En fin, después de ronronear un poquito, cedió. Renunció a la indemnización a cambio de que mi cliente y sus amigos repararan los desperfectos causados y segaran un campo que rodea la casa parroquial. Entramos en sala, se dictó sentencia y asunto liquidado. 

Cuando salimos del juicio, me despedí de todo el mundo y subí a dejar la toga. Al bajar las escaleras, suponiendo que cada uno se había ido rumbo a sus respectivas vidas. Última sorpresa del día. 

Allí, al pie de la escalera mi grupo punki esperándome para tomar algo y celebrar que todo había terminado bien. Casi muero de la risa ¡¡teníais que verlos!! y sí, me fui con ellos. Debió ser todo un espectáculo vernos por la calle. Eso sí, os aseguro algo, educados y correctos, como el que más. Pasé un rato muy agradable y hasta coincidimos en gustos musicales. En lo de la ópera no, por supuesto jaja... en fin,  conmigo, unos completos angelitos ;-)

Lo que ellos, ni nadie sabe, salvo vosotros ahora... 

Es que al entrar en el coche, me descalcé. 

Tiré los tacones en la parte de atrás y ese... 

Sin duda, fue el mejor momento del día. 

Así, descalza, conduje de regreso a casa :-)

Un beso