¡¡BOMBAS, COHETES, TROMPETAS Y...GARZÓN!!...¡¡AY, DIOS!! ;-)

Fuera, hace una noche preciosa.

Ahora mismo, estoy viendo un cielo inmenso, cuajados de estrellas, con un pedazo pequeñito de luna. Os diré, son las y pico mil de la madrugada...

Y no, por esta vez no ha sido culpa del centrifugado constante de mis neuronas, ni un ataque de romanticismo, ni siquiera el llanto de algún bebé vecino, no. Esta vez, ocurre que estamos en fiestas.

Nuestras autoridades locales, han tenido la brillante idea, de retransmitir por megafonía las verbenas y demás jolgorrios. Veréis, en mi ciudad, por decreto sí, o sí, todos en vela y de jota.

Y es que, en su constante preocupación por la ciudadanía, han pensado en todo. Que te apetece marcha, no hace falta, ni que que salgas, te la montan en el salón de tu casa. Que te duele la cabeza, “no problem” un par de redobles de batería, equilibran los bioritmos cerebrales “ipso facto”. Que se te caen los ojos al suelo de cansancio, pues nada, en un sobre con membrete del consistorio, ponen a tu disposición, alfileres con cabezas de colores, para que te los sujetes. Su consideración...¡¡ no tiene límites!!. ;-)

A las ocho de la mañana, “Enola gay” ambulantes, dejan caer bombas atómicas destroza tímpanos, que de pronto, despiertan en ti, los más tiernos sentimientos, por el odiado sonido del despertador . A continuación, cual relajantes y armoniosos sonidos celestiales, te descerrajan entre oído y oído un trompetazo, seguido de un mazazo de bombo, que instintivamente sitúa tu cabeza bajo la almohada, para intentar aislarte de tamaño estruendo, sin éxito, por cierto.

Resignada te levantas, con los ojos resquebrajados como los de los “dibus”, te sitúas bajo la ducha, con la esperanzada de encontrar algo de paz, mientras el líquido elemento te empapa, despeja y se desliza sobre todos tu cuerpo. Y, cuando poco a poco parece que vuelves en ti... ¡¡zaaaaaaas!! se conecta la megafonía urbana y los cabellos se te ponen como escarpias, cuando escuchas horrorizada a gritos el... “soy minero” de Antonio Molina... porque, esa es otra, os aseguro que la discografía con la que nos deleitan en este santo pueblo, debe ser de la época de la guerra del 14, cuando menos.

En fin, así llevamos una semana, día tras día y hooooora, tras hora, hasta las tantas.

Como me ocurre en cada ocasión, en la que por “H” o por “B”, no llega Morfeo, me he puesto a escribir. Y aquí estoy, contemplando el cielo, con mis cosas girando en la cabeza y en este justo instante... con vosotros.

Veréis, una de las cosas que me revolotean ahora mismo, a partir de no se cuantísimas entradas y artículos, que he leído últimamente, es el tema estrella:

“ Las venturas y desventuras, del juez GARZÓN ”

Y es que, su figura se ha hecho tan popular, que nadie se refiere a él jamás, como el Sr. magistrado que es. No, como si todos hubiéramos compartido mesa y mantel con él, es “nuestro juez”.

Para la izquierda de este país, ese “nuestro”, es sinónimo de agradecimiento, respeto, admiración e incluso inminente subida a los altares. Para la derecha, ese “nuestro”, está cargado de chascarrillo, enquina, sorna e incluso súbito regocijo, especialmente ahora, que se encuentra ante la picota de los tribunales.

Personalmente, no deja de admirarme, lo extremo de ambas posturas.

La necesidad imperiosa que tenemos siempre en este, nuestro país, de convertirnos en detractores acérrimos de alguien o devotos seguidores. Aquí, todo es blanco o negro, luz fulgurante o la oscuridad más oscura. El gris no existe para nadie.

Por otro lado, me sorprende también, como otro de nuestros deportes nacionales actúa, vestimos rápidamente con nuestros colores a alguien, a quien a lo mejor, ni siquiera le gusta el fútbol. Le colocamos en la mano nuestro banderín, la enseña que a nosotros nos parece, lo etiquetamos y listo, sí o sí, como ocurre en mi pueblo con las fiestas, a tragar y a callar. Y lo digo, poniéndome en la piel de “nuestro juez Garzón”, quien a lo mejor está comodísimo o a lo mejor no, con la etiqueta que le hemos colocado entre todos. En todo caso, nadie se ha molestado en preguntarle antes de estamparle el sello en la frente.

Creo, que uno de los graves problemas que tenemos con este tema, es la simplificación casi infantil que sin querer, hacemos del asunto. En mi opinión, tanto la izquierda como la derecha, se equivocan en una cuestión capital. Cuando unos y otros le reconocen el mérito o la bellaquería, de llevar asuntos más que complejos y controvertidos.

Como veis, me voy al principio de esta historia.

En mis cavilaciones nocturnas, me permito recordar, a unos y otros, que un juez en primera instancia únicamente es receptor, de “LA INICIATIVA DE OTROS”, su impulso se refiere exclusivamente a la admisión e instrucción de denuncias y querellas, para bien y para mal. Efectivamente, esta fase es importantísima. De la instrucción de un asunto, depende en gran medida el éxito o fracaso del asunto y justo aquí, si me permitís, me detengo.

De pronto, me pregunto ... ¿ quien es mejor instructor a los ojos de la ciudadanía?

El que se coloca espada en mano, blandiéndola a diestro y siniestro, asumiendo cuando menos la figura de juez y parte, con la contaminación procesal que ello implica y gravísimo riesgo de poner en peligro, el definitivo éxito de la empresa, que finalmente, va a ser enjuiciada por otros.

O por el contrario, el que de una manera anodina y gris, pero escrupulosa y meticulosamente realiza asépticamente su labor de instructor, dejando que sean las partes, quienes desplieguen toda la artillería que el sistema pone en sus manos, facilitando únicamente, el uso de cuantas armas soliciten.

Esta cuestión, absolutamente ajena para la mayoría, en mi opinión es “la madre de este cordero” que todos queremos comernos y aun está, más que crudo.

Unos, se fijan exclusivamente en el objeto de las causas abiertas bajo la instrucción de Garzón, para posicionarse a su lado o criticarle sin piedad. Otros lo apoyan, por considerar espurios los motivos que ahora lo sientan en el banquillo y otros, simplemente, porque que su perfil de Robin Hood justiciero o ahora víctima propiciatoria del sistema, reconozcámoslo, siempre despierta simpatías.

Pero me temo, que aquí, la cosa es mucho más compleja y los parámetros para valorar comportamientos judiciales, no pueden en absoluto, ser los mismos que los utilizados para valorar, comportamientos humanos.

Algunos critican la valoración técnico jurídica y profesional que se hace de la labor de este hombre, sin embargo, si se obvia esta cuestión, se está falseando la verdad.

Respeto toda la subjetividad que producen los sentimientos, las pasiones y sobre todo el dolor. Seguramente pocos más que yo, la sufran tan a menudo, pero o intentamos ser medianamente objetivos, o nos equivocaremos con toda seguridad.

Podemos quedarnos sólo con lo que nos interesa e instrumentalizar a nuestra conveniencia, comportamientos humanos, pero insisto, aquí, no hablamos de eso, hablamos exclusivamente, de actuaciones judiciales.

El tablero de juego en el que se mueven estas piezas no es la calle, no es la vida ordinaria, es un tablero muy concreto, los tribunales. Donde las reglas del juego, nada tienen que ver con las de la vida y si olvidamos esto, insisto, estaremos cogiendo el rábano por las hojas.

Sólo conociendo muy bien las reglas de “este juego”, se puede valorar si la jugada de un juez, ha sido una genialidad o una absoluta calamidad, insisto, me temo que a la mayoría, a fuerza de nublarles la mente la pasión, se les olvida esto.

Únicamente con estas divagaciones mías, quiero llamar la atención sobre esta cuestión, aun cuando sé perfectamente que a una gran mayoría, ni le interesa, ni está dispuesta en absoluto a tenerla en cuenta.

Pienso, que de la misma manera que jamás me atrevería a valorar la pericia de un doctor, en una operación a corazón abierto, por mucho que le agradezca, me guste o me disguste el resultado, en este tema deberíamos ser igualmente prudentes.

Dicho lo cual y para que no quepa ninguna duda, sobre cual es mi postura al respecto, os diré que...

Me parece aberrante, que una actuación judicial, como la que en su día llevó Baltasar Garzón en le tema de “Las localizaciones y exhumaciones de las víctimas del franquismo”, no entro en el fondo, aun cuando me parece de lo más justo y lícito, que todos los muertos descansen en paz y con los suyos. Procesalmente, siempre es discutible y recurrible, caso de adolecer de fallos o ser errónea, pero por los cauces ordinarios.

Que se haya planteado primero, en términos de querella por unos, y tras ser admitida a trámite, se la haya calificado tipificándola, como el más grave de los delitos que puede cometer un juez, la prevaricación. Me parece una bellaquería.

Desde luego, no es más que mi humilde opinión, pero pienso, que en el peor de los casos, aquí podría hablarse, del supuesto imprudente del tipo, pero jamás de los jamases, del tipo más grave. Insisto, es sólo mi opinión, pero me parece tan exagerada y desproporcionada, que deviene a todas luces injusta y por ello...

“Le deseo la mejor de las suertes al Sr. Baltasar Garzón”, como me consta ha de tener, porque es de justicia, que la tenga.

Sólo un último apunte, por raro, triste y maquiavélico que algunos vean lo que le está ocurriendo, por los motivos espurios que en este caso concurren, de tipo personal o político. Os puedo asegurar que penosamente, en su misma situación, por esos u otros motivos, están y han estado, miles y miles de ciudadanos, al lado de los cuales, por ser personas anónimas, jamás se ha posicionado nadie o casi nadie.

E igualmente, existen jueces y magistrados, que desde sus oscuros y atestados despachos, instruyen magistralmente asuntos de lo más complejo y conflictivo, con poquísimos medios, sin que jamás les iluminen los focos de la publicidad y absolutamente nadie sepa de su existencia. Simplemente, desempeñan un gran trabajo y les importa muy poco, colgarse o no medallas.

...Fuera está clareando, comienza a amanecer...

Creo que durante un rato...

voy a intentar abrazarme fuerte a Morfeo, quiera, o no quiera.

Ojalá amanezca para todos...

Y mientras tanto, por favor, no dejéis de escuchar esto.

Seguramente, la mejor letra que jamás se ha escrito para un tango,

diez años después, sigue más vigente que nunca...

Julio Sousa, canta “CAMBALACHE” de Discépolo.

A pesar de todo y sobre todo, intentad sed felices.

Un beso.