Fuera llueve. Mucho, muchísimo. En este último mes, todo se ha teñido de un verde incandescente. Las torrenteras corretean como hilillos plateados entre el verde intenso, precipitándose en cascadas, que aquí llaman "fervenzas" y aunque tantísima humedad, a veces nos enmohece el cerebro, también hace que surja, una de las mágicas criaturas que tapizan estas tierras, el musgo.
Siempre lo reivindico, porque los humanos vivimos en modo jungla, agresivamente asilvestrados y deberíamos aprender a vivir en modo musgo. Olvidarnos de esa beligerancia depredadora desplegada contra nosotros mismos. Cambiar nuestra exuberancia ostentosa, por su minimalismo armónico. Esa prepotencia de humanoides encantados de habernos conocido y aterrizar en nuestra verdadera dimensión. Nada. Minúsculas hormiguitas en medio del universo, incluso menos aún.
Cuando caminas por el bosque y miras a escala árbol, tomas conciencia de lo insignificacantes que somos. Rodeada de altísimos troncos, copas de ramas enmarañadas con las últimas hojas tiritando antes de morir, si usas la visión periférica, no eres capaz de ver nada, en realidad. Todo lo que te rodea es tan inmenso, que te engulle. Solo si enfoca en corto, dejas de mirar y… por fin ¡ves!. Así descubrí el mágico mundo del musgo. Masas esponjosas, mullidas e ingrávidas que nacen y se entrelazan en irrompibles abrazos verdes, tejiendo su casi indestructible y silenciosa comunidad… Lo descubrí a él y a ellos. El tesoro escondido del bosque. Esos otros seres deliciosos, los "cogumelos", setas aquí. Me gusta más decirlo en galego porque suenan a "caramelos". Es lo que son. Pequeños dulces de temporada. Deliciosos caramelos sujetos a un palo, que tímidamente te sonríen ocultos entre el musgo y la hojarasca, deseando los recojas.
Resulta fascinante descubrirlos. Al musgo tapizando la corteza de los árboles o las rocas. Bajo los helechos o cubriendo los más increíble recovecos. En ocasiones, construyen escenografías fantasmagóricas junto a los líquenes -esas pelujitas verde claro que surgen sobre las ramas-. Están por todas partes, donde sea que haya habido humedad, incluso en la ciudad y no lo vemos. Perduran tal cual, desde el principio de los tiempos. Siempre unidos.
No existe un musgo, existen comunidades de musgo.
No se atiborra como nosotros hasta enfermar. No desplifarran, consumen lo justito. Millones de años de experiencia -muchísimo antes que el hombre pisara la tierra- avalan su existencia. Son plantas y sin embargo no tienen raíces, ni tallo. Tampoco flores, ni frutos. Ni siquiera hojas verdaderas. Como si nosotros fuéramos todo cabeza. Aun así, se lo pasan en grande, haciendo el amor con sus esporas flotando por el aire toodo el tiempo ; )
Quizá tengamos que aprender de ellos, por eso todo esto. Quizá debamos dejar de buscar horizontes lejanos y volver a mirar en corto. Observar de cerca la magia de lo sencillo. Cuidar lo que tenemos. Dejar de romper cosas como niños pequeños, dejar de rompernos entre nosotros y parar a mirarles. Ahí, tan calladitos y verdes, siempre en calma. Y después, a los otros. Los cogumelos, las setas. Esos pequeños tesoros a la vista de quien sabe ver.
Os lo aseguro, es absolutamente emocionante descubrir a estos chiquitines dorados, los Cantharellus Cibarius (rebozuelos) o a esas trompetillas que surgen como agrupaciones musicales de instrumentos de viento silenciosos ocultos bajo los helechos, los Tubaeformis. (angulas del monte) o esos otros, campechanos, orondos y rechonchos, los Boletus. Riquísimos y carnosos caramelos chocolate bosque.
Pero es que además el musgo sirve de hogar a muchísimos bichos. Los acogen sin preguntar origen, ni procedencia. Todo el mundo es bienvenido. Los pájaros lo usan para acolchar sus nidos. Conservan y regulan la humedad del suelo e incluso ¡resucitan! -Y nosotros aquí preocupados por el más allá. Enzarzados en si hay o no hay- Se ha comprobado que musgos secos, muertos de más de 25 años vuelven a la vida con solo unas gotas de agua. ¿Os habéis recostado sobre musgo? Mmm.. delicioso! Después de hundirte en hojas secas y escuchar su crepitar bajo nuestros pies, lo más apetecible del otoño. Existen más de 12.000 especies diferentes y todas conviven en perfecta armonía. Ni una discusión, ni un conflicto. Casi, como nosotros : )
Por no
no afectarle,
ni les afecta
la
gr a v e d ad
Esa fuerza
irresistible
con la que
luchamos
cada día, para mantenernos en pie.
A ellos, es la unión de su propia
comunidad verde la que
les mantiene erguidos.
Son conscientes de
que esa unidad,
y saber
que
TODOS
son UNO solo,
los hace indestructibles.
Exactamente igual nos ocurriría
a nosotros, si fuéramos conscientes de
esta realidad y en lugar de a tortas,
nos sujetáramos unos a los otros.
Lástima
que aun
teniendo
una
cabeza
bastante
más
grande,
la
usamos
más
bien
poco
y mal,
olvidándolo
siempre
; )








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