"Una sonrisa... completamente helada"

Hablar hoy, del frío que se ha apoderado de todo y todos en nuestro país, es tan obvio, que me lo salto. A mi, sin permiso, ni consideración de ningún tipo, desde hace varios inviernos, se me instala dentro.  No hay explicación científica, ni lógica, ni medianamente razonable, simplemente es así.

Veréis, durante toda mi vida, siempre que he podido y me han dejado, me he vestido con la ropa justa y siempre, siempre, descalza como una gitana. Me ha importado muy poco o nada, la temperatura. Uno de mis mayores placeres, al nivel del helado de chocolate antes de acostarme, perderme en mis pensamientos, con la música o mejor... ¡¡ perderme entera y en general !! ha sido siempre...estar descalza. 

Daba igual si nos visitaba el invierno o el verano. Si el termómetro marcaba menos cinco o más  cuarenta y cinco, si pisaba madera, mármol helado, alfombra calentita o me iba a la orilla del mar...

Notar la arena húmeda de la playa. Clavada en la orilla, dejarte hundir. Que las olas rompan sobre tus pies socavando la arena que los rodea, mientras sube del mar hacia la tierra. Que te invada esa sensación de vértigo al retornar veloz el agua otra vez hacia el mar... Sentir la hierba fresca y blandita cosquillearte mientras cede mullida cuando la pisas. Sencillamente, para mi... es el cielo. 

Supongo que igual que otros practican el nudismo de cuerpo, yo siempre he practicado el de pies. 

Cruzaba el umbral de la puerta de mi casa y me olvidaba del calzado. Mi madre se ha pasado media vida persiguiéndome con dos frases: “Tienes que comer más” y “ponte las zapatillas”:-) A pesar de ello, jamás he sentido frío en los pies, ni siquiera en invierno. La influencia en mi, de la temperatuta exterior, ha sido mínima. 

Pues bien, desde hace algún tiempo, en cuanto bajan las temperaturas, se me apaga mi calefacción interna. Mi lujo asiático de caminar descalza, al menos en invierno, ha pasado a mejor vida. No es que sienta frío, es que se me incrusta en los huesos, como si se me impregnaran de nitrógeno líquido... hasta hacerme temblar como una hoja. 

Al principio pensaba que eran nervios, algo psicológico, pero vaya, que aun cuando soy tirando a nerviosilla, hasta el punto de zarandearme entera, no puede ser. He llegado a pensar, si cuando llega el invierno, me nace un glaciar en la columna vertebral con lenguas heladas que se me deslizan por todo el cuerpo hasta congelarme. 

Como mi frío me nace dentro, no consigo quitármelo con nada, ni siquiera poniéndome toneladas de ropa. Soy delgada, bastante delgada y he llegado a parecer el hombre de Michelín. Desnudarme en estos días helados, es exactamente igual que quitarle las capas a un cebolla... allá en el fondo, aparezco yo ;-) 

Siempre he sido una viciosa de la ducha, jamás me baño, me aburro, me parece una pérdida de tiempo. Pero lo mío con la ducha es tremendo, he llegado a ducharme seis y siete veces al día. Me relaja, me quita el cansancio. Me ducho y es como si durmiera tres o cuatro horas, además meeencanta pensar bajo la ducha. Mis mejores ideas siempre surgen ahí, empapada y sintiendo el agua a toda presión sobre mi cuerpo.  

Pues bien, cuando llega este frío polar a mis huesos, sólo ahí, bajo la ducha, bajo agua incandescente es donde consigo entrar en calor. No me vale agua caliente ¡¡no!! necesito que me queme. Ese punto exacto en el que si se eleva un grado más la temperatura escalda. Si me veis salir de la ducha  en medio de la espesa niebla que forma el vapor, parezco marisco humeante ;-)

Pero no es ninguna broma, os aseguro que mi intolerancia al frío se está convirtiendo en un verdadero problema para mi. 

No es ya la incomodidad, la sensación de dolerte todo, es que se me hielan hasta la ideas, me es imposible pensar. El otro día dejé plantados en mi despacho a la gente con la que estaba reunida. Me estaba poniendo enferma de frío, a penas si entendía lo que me decían. Antes de que me empezara el tembleque, me disculpé a toda prisa y corrí a meterme bajo la ducha. Por su puesto, rapidita. Al volver con mis maravillosos coloretes y mi cara sonriente, debieron pensar lo peor. Naturalmente no di explicaciones, mejor que me miraran desconcertados, que como a una lunática.

En fin, tengo clarísimo, que si un día me convierto en indigente, sobreviviré dos segundos en la calle. Si continuamos sufriendo este frío ártico, recordad... cuando un día escuchéis en las noticias...”las bajas temperaturas han causado el primer muerto en Galicia”... seré yo;-)

... Os dejo una caricia helada, muuuy cálida ...

Un beso